En los dos últimos dos años se ha visto que el coaching ha experimentado un gran crecimiento a raíz de los eventos vividos en la pandemia de la COVID-19. ¿Por qué? Porque sentirse acompañado en un momento de aislamiento, contribuye a la consecución de objetivos.

Esta afirmación puede aplicarse tanto a proyectos personales como a colectivos, porque el coaching estratégico es eficaz para provocar las necesarias transformaciones individuales y de equipo, y, además, probablemente, es una de las herramientas estratégicas más importante para un proceso de cambio.

Es una realidad que, además, se está convirtiendo en tendencia, pues según datos de  la Federación Internacional de Coaching (ICF), la generación de los millennials apuesta con fuerza por este recurso. El 47% de los nacidos entre 1981 y 1997, según la misma fuente, afirmaron que ya han tenido contacto con un coach, en comparación con un 15% de personas de otras edades.

¿Cómo pueden interpretarse estos datos?

Sin duda, desde las organizaciones han reflexionar sobre esta necesidad que tiene el talento más joven de contar con un acompañamiento que permita, a través de un proceso de coaching estratégico,  fortalecer la capacidad de observación integral de los colaboradores, a fin de lograr una elevación de su tasa de aciertos ante la toma de decisiones estratégicas. En esta línea, algunas de las áreas de impacto del coaching son:

  • La mejora en habilidades comunicativas.
  • El incremento de la autoconfianza y de la autoestima.
  • La optimización del rendimiento individual y del equipo.

Respecto a la gestión del cambio que se señalaba anteriormente, el COVID-19 ha funcionado como un game changer en cuestiones como el teletrabajo o el reskilling. Esto ha provocado un tsunami de transformaciones corporativas en un periodo muy corto de tiempo. Y en este nuevo entorno, el talento corporativo precisa de un buen acompañamiento para adaptarse a las nuevas circunstancias con éxito.

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